martes, 8 de noviembre de 2011

EL QUE APUESTA AL DOLAR PIERDE

El vicepresidente del Banco Central Miguel Pesce comparó as variaciones del tipo de cambio con el rendimiento de los plazos fijos y expresó que al pequeño ahorrista no le conviene comprar dólares ya que los depósitos bancarios a plazo rinden mucho más. Ello es cierto, ya que el dólar está contenido por la oferta de la divisa que  hace el Banco Central al mercado, manteniendo la moneda norteamericana en el mismo valor o permitiendo sólo un alza de u centavo semanal aproximadamente. Recordemos que cuando se produce la gran devaluación a principios de 2011, muchos compraron dólares a más de $ 4  y los que los pudieron retener sólo pueden recuperar hoy, casi diez años después, los pesos invertidos en aquel año. La corrida al dólar de estos días, en otras épocas hubiera causado profundas crísis, pero hoy en nada afecta  por la solvencia que produce la gran cantidad de reservas que produce el país. De rodas maneras esta gran desesperación por el dólar, que significa una gran desconfianza hacia nuestra moneda, preocupa al gobierno que ha ordenado  una serie de medidas restritivas tanto para la compra como para la venta de "los verdes", medidas que desde siempre se aplican en el llamado "primer mundo".

En esta materia, como en tantas otras, el gobierno no debiera quedarse a mitad de camino y llegar con el bisturí hasta el hueso. En principio hay que prohibir toda transacción interna en dólares, como compraventa de inmuebles, automotores, alquileres, tarifas de hoteles, servicios turísticos, etc. Los que deben hacerse exclusivamente en pesos argentinos. Quienes viajen al exterior lo harán, en todo caso, con la moneda del país de destino y no con dólares, salvo casos excepcionales como los de imposibilidad de conseguir aquí determinadas monedas. Las sanciones para los infractores deben ser severísimas para defender así nuestra moneda y nuestra soberanía. Debe mantenerse o imponerse por siempre, la obligación a los exportadores de negociar en el país todas las divisas obtenidas por las ventas de sus productos al exterior, como rige para el campo y se ha dispuesto ahora para mineras y petroleras. Ello sin prejuicio de la necesaria recreación del IAPI para que el Estado sea el único exportador e importador del país. Desde 1810, en Argentina, salvo en breves períodos, cualquier persona, nacional o extranjera, puede hacer lo que le convenga aún en perjuicio del país. Como es lógico esto debe terminar algún día, quizás hemos comenzado a andar ese camino.

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